25 octubre, 2012

Apple causa furor en La Habana

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Movil reparacion
El cartel es colorido, bien diseñado y anuncia reparación de teléfonos móviles, especialmente de iPhones. Afuera, una fila de personas aguarda con su juguete preferido entre las manos. Son los fans de Apple en La Habana, los maqueros que tienen uno de esos extraordinarios smartphone. Están desde los que logran comprárselo en mercado informal gracias a alguna entrada en pesos convertibles, hasta otros que lo han recibido de un pariente o amigo radicado en el extranjero. El desvío de recursos del estado y los negocios éticamente reprobables proveen de recursos a muchos de estos adoradores de las nuevas tecnologías. Para los que no cuentan con ninguna entrada económica adicional al salario ni con un pariente emigrado, siempre es posible pagar menos por una imitación “made in China” de los ingenios de Steve Jobs.

Aunque en Cuba la compañía Apple no cuenta con tiendas –tampoco ninguna otra empresa norteamericana- está entre las marcas más apetecidas en el extendido comercio ilegal. En un país donde cada día se hacen más visibles las diferencias sociales, el teléfono celular y el ordenador se erigen como los más preciados símbolos de status. Entre la población circulan todos los tipos de móviles.  El codiciado Samsung Galaxy S3 ya puede comprarse en la mayor de las Antillas a través de sitios web de clasificados como Revolico.com. Los HTC causan sensación y los Blackberry, de diminuto teclado, tienen su público apasionado. Pero los productos con el logo de la manzana mordida son los mejor evaluados entre los jóvenes menores de 25 años. iPhones de todas las generaciones pueden verse en los sitios más inusitados. En un ómnibus repleto, donde viaja la gente más humilde, de pronto suena un ring ring y ahí esta la estilizada creación del emprendedor californiano. Una mezcla de carencia y sofisticación, de atraso y modernidad, compone nuestro día a día.
   
Apple va tardar algún tiempo en poder abrir uno de sus establecimientos en la capital habanera. Las restricciones del embargo norteamericano implementado desde 1962 se lo impiden. Pero al gobierno cubano tampoco le haría ninguna gracia dejar entrar en su monopólico –y raquítico- mercado de ordenadores y tecnología a un competidor tan poderoso. A mediados de 2008, cuando las tímidas reformas de Raúl Castro autorizaron a los nacionales a comprar equipos de informática, sus precios estaban pensados para un mercado cautivo, sin otras opciones. En los primeros meses después del anuncio, podían encontrarse en las tiendas laptops con un precio que no bajaba de los 2000 euros y un PC sin monitor rondaba los 900 euros. Eso, en un país donde el salario medio mensual no supera los 20 euros. ¿Se imaginan como ponían en blanco los ojos los potenciales compradores al ver tal exceso? A pesar de tan descabellados números, los productos se vendían –pues no había otra oferta legal- y actualmente es raro hallar una tienda donde todavía queden ordenadores en oferta. Sólo siguen en exhibición algunos chasis ya pasados de moda, con unos pocos periféricos al estilo de mouse o teclado. No continuó el abastecimiento de material informático, quizás porque sólo se buscaba armar el gran revuelo anunciando la flexibilización  y, después de aquellos sonados titulares en los periódicos, el gobierno perdió el interés en que nos siguiéramos informatizando. De manera que el grueso de la compra y venta de tecnología se sigue moviendo en las sombras de la ilegalidad.

Offline vs online

Lo sorprendente es que los técnicos locales hacen prácticamente cualquier cosa con los productos de Appel. Instalar aplicaciones, desbloquear estos móviles para que funcionen en la compañía cubana, cambio de piezas internas, jailbreak y untethered para todos los gustos y necesidades. Se implementan soluciones muy inteligentes para paliar el gran obstáculo de no tener acceso a Internet desde estos artilugios de pantalla táctil. Así que, a falta de conectividad, abundan las herramientas y los programas que funcionan offline. Por un precio que oscila entre 4 y 9 euros, cualquier cliente pude salir de uno de esos centros privados de reparación telefónica con verdaderas maravillas.

Por ejemplo, es muy popular una versión completa de la Wikipedia en español que queda instalada en la memoria del dispositivo, a elegir con imágenes o sin imágenes en los artículos. También muy demandados son los mapas de La Habana y de toda Cuba, calle por calle, detalle por detalle que también se incorporan al smarthphone. En alguno de estos dispositivos es posible activar la localización, que no funciona vía satelital sino a través de la triangulación de las antenas terrestres. Con lo cual, los sagaces usuarios logran auto ubicarse en un mapa y hasta ver como la “bolita azul” avanza entre las cuadrículas de las calles en la medida en que se mueven ellos. Especial pasión genera una aplicación pirata que incluye la base de datos de la compañía telefónica ETECSA, con la cual se puede determinar el nombre del propietario del teléfono de cualquier llamada entrante, la dirección donde vive y ¡horror! hasta su número de carnet de identidad. Nada, que a la hora de ponernos ingeniosos, los cubanos siempre nos pasamos un poco.

En algunos portales de edificios en Centro Habana se encuentran los puntos de venta de accesorios para las criaturas de Apple. Fundas de silicona, audífonos para manos libres, cargadores eléctricos que se conectan al enchufe del auto, películas de acetato para cubrir el cristal y evitar las rayaduras. Un mercado floreciente de todo tipo de periféricos que giran alrededor de los teléfonos inteligentes. Pero lo que más sorprende es que éste exista en un país donde nada de eso se comercializa en las tiendas oficiales.

En fin, que para cuando Apple aterrice realmente en La Habana encontrará una comunidad de seguidores que ni imagina que tiene en la mayor de las Antillas. También se asombrará de las dimensiones del mercado informal que se mueve alrededor de la reventa de sus aplicaciones y de las “incursiones” osadas que se hacen en el interior de los circuitos de sus iPhones y iPads. Para cuando llegue la empresa fundada por Steve Jobs –si es que llega- ya habremos mordido la manzana por todos lados. No la habremos tragado, deglutido e incorporado a nuestras vidas. Por el momento,  ¡buen provecho!

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